Emma Fiegert
Wednesday 7 April 2010
Creatividad o teoría de la aplicabilidad
"No es de esperar que alguien inquieto no sepa esperar. Aunque conozca que con lo bueno se debe aguardar para que a lo que suceda pueda aprehenderlo, nunca lo hará."
Monday 5 April 2010
Un MacBook "infrausado"
Hoy me han roto el corazón...
Mi hermana está con mi madre en la cocina junto con mi padre, que está leyendo el periódico en la encimera espiando al filo agudo de qué hará Dork, el perro de la familia, cuando mi hermana y mi madre acaben de terminar la comida para celebrar el domingo de pascua. Paso la cocina por la otra puerta y antes de entrar en la sala de estar oigo ese sencillo, melódico e inconfundible sonido de un MacBook encendiéndose.
Veo a la novia de mi hermano y mi hermano sentados en el sofá y les pregunto: “Un MacBook?”. Sarah me mira sorprendida y no me contesta verbalmente, sino con sólo un gesto señala la rotundidad de la cuestión.
Me acerco para ver cómo ha personalizado su desktop y me pregunta si tendría el password para poner en marcha el Wi-Fi. Voy a buscar la clave y le tecleo. No obstante me siento extraña tocando ese Apple, no me siento confortable. A raíz de esa sensación le pronuncio - Es de hace menos de un año, verdad? Van finísimos! - Como si le hablara de un vulgar ordenador portátil me responde mímicamente un “bueno” y pronuncia: “No lo uso demasiado”.
En ese momento el papel que tenía sujetado, el cual contiene la clave del Wi-Fi, se estruja. Fue acto reflejo de coyuntura muscular. Un MacBook nuevo de hace menos de un año sin usarse, ¡qué barbaridad! ¿Sin exprimirlo al máximo, ni hacerlo rendir a lo más alto? ¡Qué desperdicio! Luego pienso y me tranquilizo diciendo que bueno al menos, y supongo que, la configuración será personalizada a su gusto, ¡tendrá uso del iTunes, Safari o el PhotoBooth!. Ese preciso instante me pregunta cosas básicas sobre él y me desvanezco, cuál momento el iPhone que sostengo cae conmigo en el butacón más cercano a la pareja y al “infrautilizado” MacBook. Me sudan las manos, siento el corazón que late con menos fuerza...
Finalmente para rematar la situación me dice que como no lo va utilizar demasiado tampoco necesita saber de nada, a menos que yo le enseñe. El corazón me da un vuelco y la primera reacción es: Primer paso importante que has hecho, ¡acudir a ayuda! - e interiorizo: - ¡en caso de emergencia, medidas drásticas!
Segundos después, Sarah y yo (más yo que ella) estábamos entusiasmadas en introducirnos en la personalización básica de su MacBook. Ahora el dock ya no parecía un frito de churrería.
Mi hermana está con mi madre en la cocina junto con mi padre, que está leyendo el periódico en la encimera espiando al filo agudo de qué hará Dork, el perro de la familia, cuando mi hermana y mi madre acaben de terminar la comida para celebrar el domingo de pascua. Paso la cocina por la otra puerta y antes de entrar en la sala de estar oigo ese sencillo, melódico e inconfundible sonido de un MacBook encendiéndose.
Veo a la novia de mi hermano y mi hermano sentados en el sofá y les pregunto: “Un MacBook?”. Sarah me mira sorprendida y no me contesta verbalmente, sino con sólo un gesto señala la rotundidad de la cuestión.
Me acerco para ver cómo ha personalizado su desktop y me pregunta si tendría el password para poner en marcha el Wi-Fi. Voy a buscar la clave y le tecleo. No obstante me siento extraña tocando ese Apple, no me siento confortable. A raíz de esa sensación le pronuncio - Es de hace menos de un año, verdad? Van finísimos! - Como si le hablara de un vulgar ordenador portátil me responde mímicamente un “bueno” y pronuncia: “No lo uso demasiado”.
En ese momento el papel que tenía sujetado, el cual contiene la clave del Wi-Fi, se estruja. Fue acto reflejo de coyuntura muscular. Un MacBook nuevo de hace menos de un año sin usarse, ¡qué barbaridad! ¿Sin exprimirlo al máximo, ni hacerlo rendir a lo más alto? ¡Qué desperdicio! Luego pienso y me tranquilizo diciendo que bueno al menos, y supongo que, la configuración será personalizada a su gusto, ¡tendrá uso del iTunes, Safari o el PhotoBooth!. Ese preciso instante me pregunta cosas básicas sobre él y me desvanezco, cuál momento el iPhone que sostengo cae conmigo en el butacón más cercano a la pareja y al “infrautilizado” MacBook. Me sudan las manos, siento el corazón que late con menos fuerza...
Finalmente para rematar la situación me dice que como no lo va utilizar demasiado tampoco necesita saber de nada, a menos que yo le enseñe. El corazón me da un vuelco y la primera reacción es: Primer paso importante que has hecho, ¡acudir a ayuda! - e interiorizo: - ¡en caso de emergencia, medidas drásticas!
Segundos después, Sarah y yo (más yo que ella) estábamos entusiasmadas en introducirnos en la personalización básica de su MacBook. Ahora el dock ya no parecía un frito de churrería.
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